Se acerca la noche más mágica del año. La noche en la que los sueños se hacen realidad. La noche en la que el mundo se renueva. La noche en la que todo es posible.
En la casa de Papá Noel, todo estaba listo para las labores navideñas. Los regalos estaban envueltos y metidos en bolsas. Las bolsas se cargaron en el trineo. El trineo recibió una nueva capa de pintura y fue decorado con guirnaldas.
- ¡Jo-jo-jo! Es hora de que me ponga en camino: nadie debería irse sin un regalo. ¡Duendes, traigan mi trineo y los renos!
- ¡Papá Noel, ha pasado algo malo! El trineo está listo, pero los renos no se ven por ningún lado. Los puestos están vacíos... Los renos no deben haber regresado de su paseo vespertino.
- Preguntemos a Yeti. Tal vez los haya visto. Suele recorrer el bosque por las tardes y comprobar que todo está en orden.
- ¡Ah, y ahí viene! Yeti, ¿has visto a los renos de Papá Noel? No regresaron de su paseo ayer.
- Esta noche hubo una gran tormenta. Me temo que cambiaron su ruta y se perdieron. Pero sé dónde pueden haberse perdido.
- ¡Llévanos allí rápidamente! ¡Debemos salvarlos! Después de todo, si los renos no regresan, ¡no habrá Navidad!
Papá Noel se quedó en casa por si alguno de los renos lograba encontrar el camino a casa. Y los elfos se pusieron en camino en busca de los renos con Yeti por el bosque.
Salió un sol pálido, cuyos rayos finos pintaron de luz plateada el bosque invernal. Los árboles lucían un atuendo festivo, y en sus ramas brillaban frágiles encajes de escarcha. Unos senderos apenas perceptibles conducían a las profundidades de este reino, donde los espíritus de los antiguos cuentos de hadas vivían entre las sombras y los rayos. Su presencia se sentía en susurros apenas perceptibles y destellos brillantes.
Incluso los elfos, acostumbrados desde hacía tiempo a todo lo mágico, miraban a su alrededor fascinados e intentaban caminar lo más silenciosamente posible, para no perturbar el solemne silencio con un sonido agudo.
- ¡Hay un pueblo! - exclamó de repente Yeti, señalando las luces que parpadeaban entre los árboles. - Ahí es donde vi al reno ayer. Deberíamos echar un vistazo alrededor, estudiar todo bien, ¡quizás veamos algunas huellas!
- Yeti, es difícil encontrar algo después de una tormenta de nieve. Preguntemos primero a los lugareños. Tal vez vieron algún reno cerca.
Los lugareños confirmaron que habían visto renos la noche anterior y señalaron la dirección en la que comenzar la búsqueda.
Yeti y los elfos se abastecieron de equipo y golosinas para los renos en la tienda local. ¡Los pobres animales probablemente tenían frío y hambre!
Los amigos pronto vieron huellas. ¡Recientemente habían pasado renos por allí!
Avistaron a Brioso cerca del pueblo. Lo alimentaron, lo calentaron y le mostraron un atajo hacia el pueblo. Luego encontraron a Bailarín y Acróbata. Dijeron que habían escuchado las voces de otros renos cerca, pero estaban demasiado cansados para intentar alcanzarlos.
Y, de hecho, encontraron a Veloz, Trueno y Travieso muy cerca, cubiertos de nieve. ¡Solo quedaban tres renos por encontrar!
Después de una golosina caliente, Trueno dijo que había visto huellas de cascos un poco más al norte. Yeti y los elfos tuvieron un último impulso. Hundiéndose en la nieve profunda, se dirigieron hacia el norte.
- ¡Miren, hay alguien debajo del árbol! - gritó uno de los elfos.
Yeti miró más de cerca.
- Cupido, ¿eres tú? ¡Te encontramos justo a tiempo!
- Gracias, amigos. Estaba tan cansado y tenía tanto frío que ya no podía mantenerme en pie. Relámpago y Rodolfo también están aquí. Mira esos montones de nieve en la espesura.
Los dos últimos renos fueron efectivamente encontrados allí. Yeti no podría estar más feliz de que todo haya terminado bien.
- ¡Todos los renos están sanos! Los aldeanos encontraron nuevos arneses para ellos y los nueve están listos para ir con Papá Noel. ¡Buen viaje!
- ¡Qué aventura! - asintieron los elfos. - Nunca pensamos que salvaríamos a los renos de Papá Noel.
- ¿Y sabéis qué, amigos? ¡Hemos salvado la Navidad! ¡Ahora la gente de todo el mundo recibirá sus regalos! Y podemos relajarnos.
- ¡Ayudemos a los aldeanos a decorar todo para Navidad! Fueron muy amables con nosotros y con los renos de Papá Noel. ¡Queremos agradecerles!
- ¡Hagámoslo! ¡Que la alegría y el espíritu festivo lleguen a todos los hogares!
En un pequeño pueblo llega la esperada época del año, cuando cada rincón cobra vida y magia. En la plaza principal se alza un majestuoso abeto, una belleza del bosque que parece haber sido elegida por la propia naturaleza como símbolo principal de la festividad.
Los habitantes del pueblo acuden y decoran el árbol con luces centelleantes. Los juguetes, que se transmiten de generación en generación y cada uno con su propia historia, encuentran su lugar en las ramas, creando un caleidoscopio de recuerdos brillantes. Las guirnaldas ya están volando, adornando los tejados y las fachadas de las casas del pueblo. Su centelleo se refleja en las ventanas cubiertas de nieve, que reflejan la luz de los cálidos corazones de las personas que viven en ellas.
Al otro lado de la plaza se desarrolla una feria. En los puestos, decorados con ramas de abeto y cintas de colores, se pueden encontrar dulces tradicionales: galletas aromáticas con canela y jengibre, tartas recién hechas, todavía ligeramente se advierte un vapor, pan de jengibre con miel...
Aquí se puede encontrar todo lo que le calentará en las noches frías: guantes y chales hechos a mano, muñecas y juguetes de madera creados por las hábiles manos de los artesanos. El aire se llena de risas alegres y del fabuloso aroma del vino caliente con especias, que envuelve a cada visitante en calidez y confort.
Este pueblo, cubierto de magia y luz navideñas, es como un recordatorio vivo de lo preciosos que son estos momentos de felicidad.
-FIN-