Islas Pingüino: hielo y mar, rocas extrañas, playas cubiertas de nieve... Este reino pertenece a los pingüinos y las focas, las personas son solo huéspedes allí. Pero a veces algunos de los huéspedes se olvidan de las reglas de la decencia. E incluso si no tienen malas intenciones, las consecuencias pueden ser catastróficas.

Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? ¡El microcircuito número 53! ¡Excelente, excelente! —El profesor insertó el microcircuito en el misterioso mecanismo que se encontraba en el centro de la estación de investigación y se frotó las manos con satisfacción.

El mecanismo zumbaba y parpadeaba con luces rojas. Desde fuera parecía que algo no le gustaba.

¿Estás seguro de que todo saldrá como debe ser? —preguntó el joven científico. Respetaba al profesor, pero no podía entender qué había más en él, si brillantez o locura.

¡Oh, joven, no te preocupes! ¡La ciencia favorece a los valientes! ¡Solo un poco más y encontraré una manera de controlar el clima en las Islas Pingüino!

El profesor tomó una llave inglesa y golpeó el mecanismo con todas sus fuerzas. El mecanismo crujió lastimeramente y el color de las luces cambió de rojo a verde.

—¡Ahí lo tienes! —sonrió el profesor—. ¡Cualquier técnica sólo necesita el enfoque adecuado! Ahora fijemos la temperatura. Primero, bajémosla un grado.

El profesor presionó un botón en el panel del mecanismo y el “-15” en la pantalla cambió a “-16”.

¿Realmente funcionó, profesor? —exclamó el joven científico—. ¡Es usted un genio!

Lo sé —respondió modestamente el profesor—. Ahora salgamos a medir la temperatura.

En cuanto el profesor y el joven científico salieron de la habitación, el mecanismo empezó a emitir destellos de luz roja y humo. Los números de la pantalla empezaron a cambiar.

-17, -21, -29.

En el -35, el profesor entró volando en la habitación. Agarró de nuevo la llave y golpeó el mecanismo. La máquina infernal soltó un haz de chispas, emitió un chirrido vengativo y se apagó.

¡Oh, no! —exclamó el profesor—. He roto el tiempo...

Y tenía razón. Una tormenta de nieve sin precedentes comenzó en las Islas Pingüino. Los pingüinos y las focas no eran ajenos a los climas duros, pero nunca habían visto una tormenta como esta. Y nunca habían experimentado un frío tan intenso. Por desgracia, algunas familias de pingüinos estaban a punto de sacar a sus polluelos. Y ahora los padres preocupados solo podían acurrucarse junto al huevo para mantenerlo caliente. Los peces se habían alejado de las frías aguas, y algunos de los pingüinos y las focas se agotaron y enfermaron de hambre.

El profesor logró arreglar el mecanismo meteorológico en la estación de investigación, pero no puede llegar a las instalaciones meteorológicas para arreglarlas también debido a los ventisqueros. Todo lo que puede hacer es esperar ayuda.

Afortunadamente, la valiente Amelia ha recibido su señal y está lista para partir. Pero no puede hacerlo sin ti, alcalde. ¡Únete a su aventura nevada y salva las Islas Pingüino en la próxima expedición!