Entonces ¿qué pasó después?
Mia tamborileaba nerviosamente con las yemas de los dedos sobre la mesa. Siempre había sido perfeccionista y a menudo dudaba de sus capacidades, a pesar de los elogios de amigos y colegas. Nunca se tomaba en serio esos elogios. Y cuando Sophie le envió un mensaje pidiéndole que se encargara del diseño del club, volvió a sentirse insegura.
— ¡Hola, Mia! —Sonrió Sophie, acercándose—. ¡Espero que estés libre, porque un club de campo necesita un diseñador genial! Mi amiga quiere hacer los establos más bonitos.
—Ay, nunca he trabajado en proyectos así... —suspiró Mia—. No sé si podré con ello. Aunque, quizá pueda mostrarlo en la reunión de antiguos alumnos...
— ¿Por qué no? ¡Tus proyectos son increíbles, todos estarán encantados!
...Ojalá fuera así de simple... —pensó Mia, pero en voz alta solo respondió: «Si tú lo dices... me encargaré de los establos. Espero sacar algo que valga la pena».
Con esa actitud, Sophie no iba a dejar ir a Mia. Invitó a Alice a apoyar a su amiga.
El club tenía un aspecto terrible.
—Aquí no necesitamos un diseñador, necesitamos constructores —murmuró Sophie, desconcertada.
—Mira el lado positivo —objetó Alice—. ¡Aquí hay mucha libertad para la creatividad!
Mia se rió entre dientes. Miró las paredes en ruinas e imaginó cómo podría transformar ese espacio. Sintió que las ideas nacían en su cabeza y su corazón empezó a latir más rápido.
Se puso a trabajar con determinación. Durante el proceso, discutió con otros qué elementos añadir para crear algo especial. Pero en cuanto se desprendió del proyecto y volvió a la realidad, la incertidumbre regresó:
— ¡Alice, ayuda! Mis proyectos son tan débiles que solo un buen relacionista público puede salvarlos.
— Mia, ¿qué pasa? Eres una gran diseñadora, ¡tus proyectos están en todas las páginas web de arquitectura!
Pero Mia siempre se mostró escéptica con su trabajo. ¡Sitios web! Lo aceptan todo, lo principal para ellos es el contenido nuevo.
Sin embargo, poco a poco, la incertidumbre dio paso a una nueva sensación: ¡emoción!
Detalle a detalle, la transformación de los establos se convirtió en un proceso emocionante. Mia sintió cómo sus ideas cobraban vida, sus planes se materializaban; cada pincelada le daba más confianza.
Alice y Sophie estaban siempre cerca, compartiendo sus pensamientos y emociones.
Y pronto llegó el día.
Cuando Mia regresó al club, no lo reconoció: las viejas paredes estaban pintadas de vivos colores, los nuevos arreglos florales eran un placer visual y las cómodas zonas de estar invitaban a sentarse y relajarse. Sus esfuerzos no fueron en vano.
Sophie llegó antes que todos y miró a su alrededor con entusiasmo:
—¡Mia, lo hiciste genial! ¡Solo un par de cambios y las ruinas quedaron transformadas!
—Oh, bueno, no está tan en ruinas… —respondió Mia, todavía un poco indecisa.
Entonces llegaron Tina y Nina, sus amigas de la Academia de Diseño. Y no pudieron contener su admiración:
—¡Mia, qué alegría! Nunca habíamos tenido una reunión tan bonita, ¡muchas gracias!
Mia sintió que por fin había alcanzado su máximo potencial.
Sophie apareció a su lado y susurró:
—Mia, eres una gran diseñadora. Y tus compañeros de clase opinan lo mismo. ¿Quizás sea hora de tranquilizarse?
Mia sonrió. Estaba lista para la reunión.